PEQUEÑO POEMA DEL ADIÓS



Te miro desde todos los ángulos.
Te observo en silencio para oír
la fértil respiración que al mundo te une.
Son tus movimientos, tus rotaciones las que ahuyentan la cólera y estabilizan las
mañanas cuando lo terrible se abalanza por la espalda.
Dicen que el paso del tiempo consigue borrar los rostros,
que todo se oscurece como  petróleo derramado en las costas del recuerdo.
Tengo miedo al olvido, a no saber discernir, a un futuro oscuro sin el fuego necesario
para guiar mis pasos cansados y perdidos.
Si te encuentras conmigo,
llévame de tu mano al resplandor del Olimpo juvenil,
allí sería  buen lugar para ser ausencia.
Allí escribiré el epílogo que pondrá término
a este pequeño poema del adiós.

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