MALAS COMPAÑÍAS

Suelen los indignos enjuiciar la condición ajena.
Una mano para encumbrar
mientras los pies lanzan coces furibundas
bajo las órdenes del cerebro que calza una bota.
Todo es azar
y detrás de la euforia casi siempre
se presenta la tristeza.
Antes de dañar, deberíamos mirarnos a los ojos
como quien contempla un atlas de defectos
poblado por desiertos y accidentes.
Buscar la falta en el prójimo,
es propio de insignificantes.
No seré yo quien calme mi sed
en el manantial de la ruindad.

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