EL ILUSIONISTA

Lo que el ojo no ve, también existe.
Distorsionar la realidad y provocar estrépito, sonrisa, admiración,
tan sólo con el tacto certero de unas manos
entrenadas en el arte de dar a los demás.
Relámpago de luz y sorpresa
choque violento en el centro mismo de lo racional
que no encuentra explicaciones posibles.
Ensayar una y mil veces siempre con el miedo a ser descubierto.
Hubo un día en que los movimientos se volvieron lentos,
el calor del aplauso cesó y el frio incandescente
se instaló para siempre en la maleta de los trucos.
Cuando la magia se evaporó,
se acabaron los prodigios para ser mortal nuevamente.

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