BANDA SONORA
No había música en
esas tardes de otoño,
sólo la percusión acompasada
de aquel martillo neumático
y sus sacudidas.
Debimos confundir las
partituras
y la melodía nos
abandonó
por acordes de latidos
sincronizados.
Era un tiempo precario
y nos acostumbramos
a escuchar la sinfonía
atronadora del silencio.
Fue la carencia de
estribillo lo que nos sumió
en un territorio de intimas
soledades.
El poema me resulta muy bien logrado, amigo.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias José, un abrazo.
ResponderEliminar